Buenos piropos de antaño para decir que una tía esta buena que se han quedado en deshuso pero que al fin y al cabo significan lo mismo. Puede darse el caso de que a ciertas mujeres la consideremos chicas buenorras sin llegar a ser excesivamente guapas debido a que tienen un cuerpo perfecto de esos mazizos y serranos llenos de curvas. Pasa exactamente lo mismo con las mujeres atractivas, que por alguna razón desprender un tractivo físico y no siempre es por tener una bonita cara de esas hermosas bien agraciadas a veces lo compensan con su simpatía, siendo majas y encantadoras conformando un buen numero de puntos positivos para asi resultar ser una mujer atrayente y apetitosa. Otra clase de mujer atrayente son las de fuerte personalidad, de esas que denominamos mujeronas, que infunder un aura de alto respeto con una forma de ser perfecta, son mujeres de éxito en sentimental y profesionalmente, una verdaderas rompecorazones reinas de la elegancia que saben sacar partido a sus dotes de chica seductora. Con tanta fuerza llega a nuestra sociedad la importancia de ser una mujer 10 que incluso han salido concursos de belleza Miss Mundo y Miss Universo donde las modelos denominadas Misses desfilan con gallardia bien apuestas ante la atenta mirada de jueces y espectadores. Tienen que llegar a rozar la perfección.
Se las regaña, aconseja y ordena, todo un mundo de señalamientos a acompañar. La contradicción extrema: el lenguaje que silencia; esto es, a través del habla se induce al mutismo. Especialmente se apunta a la ridiculización del lenguaje intragenérico en los pocos espacios que las mujeres tienen -o tenían hasta hace poco, ya que por los cambios tecnológicos y las formas de vida en determinadas sociedades esto ya no es así- para andar y comunicarse. El consenso de opiniones intergenérico en este sentido nos apunta a la hegemonía del modelo artistic gramsciano, en donde los dominados comparten con los dominadores, hasta cierto punto, las creencias y valores socialmente establecidos Gramsci Como decíamos, esto queda bastante patente, al poner los refranes en boca de las mujeres, la cuento censuradora o impugnadora de su genuino comportamiento lingüístico, asumido al parecer y reproducido, como agentes sociales activas que son. Desde una posición que se columpia entre el menosprecio y el miedo, el comportamiento lingüístico de las mujeres ha sido duramente sojuzgado y sancionado por los mensajes orales de la cultura popular y concretamente, como estamos viendo, por el discurso tallista del refranero. Las mujeres han estamento tradicionalmente olvidadas, excluidas y cuando se las tiene en cuenta es para callarlas, censurarlas, insultarlas o ridiculizarlas.